La socia de SIODEC Eva M.Sánchez Martínez nos remite un texto en el que narra la experiencia vivida en Bolivia como voluntaria de la Fundación "Ruta de la Luz", y que sirvió para revisar la vista de casi 600 personas en la ciudad de Alto, cercana a La Paz. Aquí os dejamos sus palabras:
Cuando la Junta de Siodec me pidió que compartiese mi experiencia como voluntaria en Bolivia, acepté encantada ya que para mí ha sido algo muy especial y que recomiendo 100% a aquellos que tengan el gusanillo de realizar un voluntariado, a mi me pasó algo así.
La labor se desarrolló en el Alto, una ciudad cercana a la Paz, que cuenta con cerca de un millón de habitantes y se encuentra a unos 4.100 metros de altitud. Se trata de una zona muy humilde de Bolivia, con casas en muchos casos de adobe, en su gran mayoría sin agua caliente y por supuesto sin ningún tipo de climatización. Teniendo en cuenta que están expuestos por la altitud a temperaturas muy bajas las condiciones en las que viven son muy duras. Normalmente varias familias comparten una misma casa, y una misma familia vive en una única habitación.
Nuestra misión era la de revisar a todos los niños de un colegio que regentan los hermanos Menesianos, a través de la ONG SAL (Solidaridad con América Latina) y trabajando como componentes de la Fundación Ruta de la Luz, la cual nos proporcionaba el material necesario para realizar nuestra tarea allí y la encargada a nuestro regreso de enviar las gafas nuevas con todas las recetas que traíamos de los niños que las necesitaban.
Nuestro viaje duró 19 días, en total revisamos a casi 600 personas, en su gran mayoría niños del colegio de 4 a 16 años, pero también a profesores, padres y alumnos de un colegio de adultos.
El trabajo se desarrolló en un centro de salud que regentan los hermanos Menesianos, donde un equipo compuesto por un médico general, una enfermera y dos odontólogos son los encargados de atender a la población del Alto. He de destacar la gran labor que realiza el equipo y el hecho de que exista este centro, ya que no hay ningún tipo de asistencia sanitaria gratuita allí y dada la austeridad de las familias del lugar supone una gran ayuda para estas.
Nuestros primeros pacientes fueron los más pequeños del cole, con cuatro y cinco añitos que nos conquistaron desde el primer momento.
Cada día iban pasando niños de diferentes cursos, muchos de ellos ya habían usado gafas que se les habían entregado en proyectos de años anteriores.
La mayor parte de los problemas que encontramos eran astigmatismos muy altos, de 3 a 5 dioptrías. El porcentaje de estos casos es elevadísimo, casi un 50 % de los niños evaluados lo presentaban.
Por otro lado también nos encontramos con la presencia de pterigium por la fuerte radiación solar. En estos casos les proporcionábamos unas gafas de sol y les intentamos hacer ver la importancia de usarlas.
Consideramos importante realizar una charla informativa con padres y alumnos para poder explicarles lo necesario que es una buena visión en la etapa de escolarización y el hecho de mantener unas normas de higiene visual, así que nos reunimos en el colegio con este objetivo. Ese mismo día hicimos entrega de las gafas del proyecto anterior, se las adaptamos a los niños e hicimos hincapié en que necesitarían un periodo de adaptación, ya que muchos dejaban de usarlas por no sentirse cómodos los primeros días.
Aunque por la altitud y la cantidad de trabajo estábamos más cansados de lo normal, cada una de las sonrisas que nos regalaban nuestros pequeños pacientes cuando probaban sus lentes y veían tan bien no tenía precio y se nos olvidaba todo lo demás.
A nivel personal pasamos muy buenos momentos, conociéndolos y formando parte de su día a día, pudimos sentir su cariño y gratitud.
Los días pasaron volando y llegó el momento de la vuelta, despedidas con sabor agridulce pero felices de haber aprovechado la experiencia al máximo y haber conocido gente tan maravillosa.
Parece un tópico pero es totalmente cierto que vas pensando en que vas a aportar tu granito de arena y al final eres tú misma la que se lleva un granito de cada uno de ellos.
La labor se desarrolló en el Alto, una ciudad cercana a la Paz, que cuenta con cerca de un millón de habitantes y se encuentra a unos 4.100 metros de altitud. Se trata de una zona muy humilde de Bolivia, con casas en muchos casos de adobe, en su gran mayoría sin agua caliente y por supuesto sin ningún tipo de climatización. Teniendo en cuenta que están expuestos por la altitud a temperaturas muy bajas las condiciones en las que viven son muy duras. Normalmente varias familias comparten una misma casa, y una misma familia vive en una única habitación.
Nuestra misión era la de revisar a todos los niños de un colegio que regentan los hermanos Menesianos, a través de la ONG SAL (Solidaridad con América Latina) y trabajando como componentes de la Fundación Ruta de la Luz, la cual nos proporcionaba el material necesario para realizar nuestra tarea allí y la encargada a nuestro regreso de enviar las gafas nuevas con todas las recetas que traíamos de los niños que las necesitaban.
Nuestro viaje duró 19 días, en total revisamos a casi 600 personas, en su gran mayoría niños del colegio de 4 a 16 años, pero también a profesores, padres y alumnos de un colegio de adultos.
El trabajo se desarrolló en un centro de salud que regentan los hermanos Menesianos, donde un equipo compuesto por un médico general, una enfermera y dos odontólogos son los encargados de atender a la población del Alto. He de destacar la gran labor que realiza el equipo y el hecho de que exista este centro, ya que no hay ningún tipo de asistencia sanitaria gratuita allí y dada la austeridad de las familias del lugar supone una gran ayuda para estas.
Nuestros primeros pacientes fueron los más pequeños del cole, con cuatro y cinco añitos que nos conquistaron desde el primer momento.
Cada día iban pasando niños de diferentes cursos, muchos de ellos ya habían usado gafas que se les habían entregado en proyectos de años anteriores.
La mayor parte de los problemas que encontramos eran astigmatismos muy altos, de 3 a 5 dioptrías. El porcentaje de estos casos es elevadísimo, casi un 50 % de los niños evaluados lo presentaban.
Por otro lado también nos encontramos con la presencia de pterigium por la fuerte radiación solar. En estos casos les proporcionábamos unas gafas de sol y les intentamos hacer ver la importancia de usarlas.
Consideramos importante realizar una charla informativa con padres y alumnos para poder explicarles lo necesario que es una buena visión en la etapa de escolarización y el hecho de mantener unas normas de higiene visual, así que nos reunimos en el colegio con este objetivo. Ese mismo día hicimos entrega de las gafas del proyecto anterior, se las adaptamos a los niños e hicimos hincapié en que necesitarían un periodo de adaptación, ya que muchos dejaban de usarlas por no sentirse cómodos los primeros días.
Aunque por la altitud y la cantidad de trabajo estábamos más cansados de lo normal, cada una de las sonrisas que nos regalaban nuestros pequeños pacientes cuando probaban sus lentes y veían tan bien no tenía precio y se nos olvidaba todo lo demás.
A nivel personal pasamos muy buenos momentos, conociéndolos y formando parte de su día a día, pudimos sentir su cariño y gratitud.
Los días pasaron volando y llegó el momento de la vuelta, despedidas con sabor agridulce pero felices de haber aprovechado la experiencia al máximo y haber conocido gente tan maravillosa.
Parece un tópico pero es totalmente cierto que vas pensando en que vas a aportar tu granito de arena y al final eres tú misma la que se lleva un granito de cada uno de ellos.
Eva Mª Sánchez Martínez
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